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Blog/Sportswashing, la práctica propagandística de Arabia Saudí en la Supercopa de España
Una temporada más y ya van tres años desde que Arabia Saudí y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), tratan a través del sportswashing de lavar la imagen de un régimen que de puertas para dentro vive inmerso en un país, para entender la situación, donde se produjeron 150 ejecuciones en el año 2018, de las cuáles muchas de ellas acabaron en decapitación, donde la pena de muerte está a la orden día y donde las libertades básicas, sobre todo para las mujeres, siguen lastrando una sociedad que se encuentra a años luz de aquello que marcan los Human Rights de Naciones Unidas. La Supercopa de España llegó hace tres años a Riad a cambio de una importante suma de 120 millones de euros que se beneficia hoy en día el fútbol español.
Sportwashing, ese concepto que sobrevuela estos días con intensidad las columnas de los principales periódicos españoles, no es ni mucho menos una práctica extraña en el mundo del deporte ya que ha sido utilizada por algunos regímenes para recibir beneficios económicos y para lavar la imagen de su país de cara al exterior. El concepto de sportwashing fue acuñado en 2015, cuando Azerbaiyán hizo una gran inversión económica con el objetivo de lavar su imagen internacional al ser acusada por el mismo motivo que Arabia Saudí: tener un historial de violaciones de los derechos humanos.
El país euroasiático patrocinó al Atlético de Madrid durante tres temporadas y, en 2015, llevaron a cabo la organización de los Juegos Olímpicos Europeos. Un año después, se celebró por primera vez una carrera de Fórmula 1 en suelo azerbaiyano. Además, en 2019, dieron un salto más en la recuperación del prestigio de su país celebrando la final de la Europa League en Bakú. Finalmente, consiguieron que el resto de los países del mundo acabaran hablando del éxito que habían tenido los eventos deportivos celebrados en Azerbaiyán, en vez de sacar a la luz el historial de violación de los derechos humanos que sufren sus ciudadanos. Es lo mismo que pasó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016. Dejaron de hablar de las protestas que hubo en Brasil por el coste de albergar los Juegos y se centraron en el aspecto deportivo a partir del día de la apertura.
La FIFA y el Comité Olímpico Internacional siempre han intentado ejercer una presión sobre estos países con el objetivo de mantener separados estos temas controvertidos de sus eventos. Hasta ahora, el deporte en Arabia Saudí había pasado desapercibido por el hecho de que el estado se encontraba regido por la ley islámica. Sin embargo, en los últimos años, el gobierno saudí ha recurrido al deporte por necesidad. El príncipe Mohammad ha empezado su estrategia consistente en recuperar la imagen poderosa internacional que caracterizaba a Arabia Saudí y que, ahora, no tiene dentro del tablero geopolítico global. Con el nombramiento del expiloto de carreras Abdulaziz bin Turki como ministro de Deportes, el país comenzó a organizar eventos deportivos de primer nivel, entre ellos, como más destacado el popular Rally Dakar 2020. Además de lavar su imagen atrayendo las mejores competiciones deportivas al país, Arabia Saudí ha invertido su dinero para fomentar el turismo, un factor que se incluye dentro del proyecto Visión 2030 con el objetivo de impulsar otros sectores de su economía.
Tras varios intentos por coorganizar el Mundial de 2022 que se celebró finalmente en Catar, el gobierno saudí necesitó un partido que generara un interés a nivel planetario. Por ello finalmente decidieron contratar la Supercopa de España a un precio de 120 millones de euros. Una parte de esta cuantía se la repartirían los clubes, y el resto iría a parar, según la RFEF, al fútbol femenino y modesto. Dentro del programa Visión 2030, el príncipe Mohammad estableció un apartado denominado “calidad de vida”, donde Arabia Saudí tiene que fortalecer la reputación internacional del reino y, para ello, debe organizar eventos deportivos de primer orden.
El sportwashing ha sido llevado a cabo por el régimen saudí durante los últimos años con la organización de un listado importante de eventos de éxito mundial: varias ediciones de la Supercopa de Italia, la Batalla de las Dunas donde se enfrentaron dos grandes promesas del boxeo mundial, el Rally Dakar en el que participaron grandes pilotos del circuito, entre otras citas deportivas. Básicamente, con esta organización de espectáculos deportivos, los saudíes pretenden ocultar que su número de ejecuciones al año superan a cualquier país en todo el mundo, que lleva media década dirigiendo una coalición militar que lucha en el territorio de Yemen contra los hutíes y que a lo largo de su historia ha vulnerado los derechos humanos de muchas personas.
Además de ser los anfitriones de celebraciones deportivas relevantes, están buscando otras fórmulas para ganarse el prestigio internacional que necesitan, como la compra de algún equipo de fútbol: otra manera de practicar el sportwashing. Esta práctica llevada a cabo por Arabia Saudí fue apoyada por la RFEF, intentando vender que la situación en el país asiático podría mejorar con la llegada de la Supercopa de España a la Península Arábiga. Este lavado de imagen de Arabia Saudí, como hemos comentado y remarcado, se ha pagado con 120 millones de euros de los que se beneficia el fútbol español. Una temporada más, la federación contribuye a un circo sensacionalmente bien gestionado por el país saudita y a un acto puramente hipócrita del presidente de la RFEF, Luis Rubiales.
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